lunes, 25 de abril de 2022

¡Libertá! ¡¡¡áaaaaaaa!!!



 ¡Libertá! ¡¡¡áaaaaaaa!!! 

Beatriz Llenín Figueroa 


¿Cómo se nace con todo a la contra? ¿Cómo se crea a punta de pistola? ¿Cómo se abraza un cantito de calle, de casa, de cuerpo, mientras te arrancan tó el canto? ¿Cómo se defiende la risa en esta economía de la extenuación perpetua? ¿Cómo se insiste en el bien cuando parece dominar la sospecha, el ataque, el muro, la vigilancia, el castigo? 

Taller Libertá, en Mayagüez, frente a la Plaza del Mercado, responde con su existencia. La libertá del-en el taller no es tanto crecer como palpitar, aun si estás hecho de cemento. Llama chispa brote capullo escama caparazón ala yema pelo vientre ojo cascarón. 

Hace cinco años, a comienzos del que acabaría con la desolación de septiembre, me dijeron, Beaaaa, se llamará Libertá. Así, con acento. Sin la d. Libertá. Mal escrito. Jajajajaja. 

(Era un chiste especialmente dirigido a la amiga editora. Pero les quedó un chin mongo. Jajajajaja.) 

Se llamará Libertá. ¡¡¡áaaaaaaa!!! 

Recuerdo que ese día caminábamos por las aceras de Mayagüez –haciendo ruta, como a Zul le gusta decir– riendo y gritando Libertá, áaaaaaaaa, áaaaaaaaa, áaaaaaaa. Exhalación y fiesta y plena comprensión, como cuando decimos, áaaaa, síiiiii, ¡¡¡ya entiendo!!! 

¡Por supuesto que entiendo que se llamará Libertá! Cómo no lo voy a entender si quienes lo traen al mundo “real” con su cargamento de fantasías son capaces de forjar un planeta al borde de una escalera turuleca, en medio de plazas abandonadas, al filo de tarimas callejeras, en el aire de un malabar, con el periódico de ayer y dos títeres sirviéndose de una greca el café. 

Libertá. Vueltabajo Teatro –esto es, Zuleira Soto Román y Eury Orsini, mis maestras, como les llamo desde hace años porque eso son, además de mis entrañables amigas– saben muy bien que en Puerto Rico no se dice libertad. Se dice Libertá. 

Libertá. ¡¡¡áaaaaaaa!!! 

Con cultivar la Libertá para artistas de los abajos de toda índole soñaban Zul y Eu desde su retorno, en 2014, al oeste del país, donde la universidá nos había provisto un escenario aún ilusionado para conocernos durante los primeros años del siglo 21. Empezaron a contarme de su añoranza por un taller para las artes y su descentralización en el 2016, año de nuestra

“reconexión,” cuando les pedí, comiendo tostones en La Posada, que inventáramos juntas un experimento

Precisamente porque conseguir el espacio era improbable, lo consiguieron. Así es Vueltabajo. * 

¡Ven, Bea, ven! Y voy. Siempre voy. A ustedes. 

Caminan y corren y brincan en lo que entonces era un lugar más bien asfixiante, sucio sucísimo, con restos de vidas puramente comerciales, escombros, esquinas rotas dondequiera, goteras, sin agua, sin luz, pero mira, Bea, mira los techos qué aaaaaltos, y mira aquí podemos riguiar las luces, y acá si ponemos cortinas podemos hacer que el espacio sea muchos espacios dependiendo de lo que haga falta, y podemos construir un escenario móvil, y acá pondríamos estantes para utilería, y acá podemos tener espacios de taller para artistas colaboradores, y los puestos pal público también serán itinerantes, y pintaremos la vida en todas las paredes, y de acá pa la calle y de vuelta, y las comparsas por venir, y las piezas por crear, y los objetos por transformar, y y y … 

Mareada de esperanzas, de visiones con mis maestras como médiums, les creí todo. Todo, todito. 

Hacía poco tiempo nos habíamos metido al mar en Joyuda con un velo de luto y un gigantesco cartel de tela –hecho por Zul como taaanto lo es porque de sus manos emerge La Ilusión en infinitos colores, texturas, formas, materias– que leía de América. Era un minúsculo gesto para poner a los EEUU “en su lugar,” que no es el de América. Y esa mañana, los pusimos. 

¿Cómo no creerles? 

Cinco años después, a tó pulmón celebramos el Taller Libertá en su enorme comunidá; celebramos a Vueltabajo; celebramos a Zuleira y a Eury; celebramos a Lluvia, a López y a Playa; celebramos nuestras costas erosionadas que perviven porque la abrasadora evidencia sigue siendo que, a este herido país, lo salvan sus artistas. 

¡A creerles! 



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