foto; Christian Rodríguez |
(Publicado originalmente en el periódico
Claridad Puerto Rico)
1.
Porque
estás más perdía que un juey bizco en Caguas…
…siendo
como eres de la provincia que colinda entre Isabela y San Sebastián, pides
direcciones. Esperas las proverbiales “pasas dos o tres luces, no sé, eso es un
más o menos, tú sae; cuando llegues a una intersección donde hay un macdónal,
fíjate bien –creo que es macdónal, puede que sea bergerkín–, fíjate muy bien,
porque por ahí no es.” O, en la alternativa,
“te pasaste.”
Pero
no. Te dan instrucciones de otro tipo, muy detalladas, muy precisas, con datos
como: cuando llegues a Óscar, doblas a la derecha; en la luz de Atento, doblas
a la izquierda; coges la calle de Crema. ¡Diablo, en Caguas están bien alante!
¡Ya le levantaron estatua a Óscar López (¡Libertad para Óscar, AHORA!)! ¡Desistieron
de los monumentos horripilantes al nombre del municipio, al soldado caído o al
colonizador asesino! Cuando llegas al área en cuestión, sin embargo, resulta
que es Óscar Cash n’ Carry, negocio local. Y luego vas muy atenta,
preguntándote quién será el Atento, viendo mientras pasas mil y un negocio
gringo que serían referencias en un paisaje repleto de ellos (fasfúds,
olweisnaintináin y cosas así), hasta que ves un letrero que lee, “Atento.” Resulta
que es una empresa cagüeña de servicio al cliente. Finalmente, ya de salida de
Caguas y habiendo preguntado en su plaza pública –donde pudiste (¡logro nada
desdeñable!) tomarte un riquísimo café bajo la sombra de un árbol–, buscas a
Crema y lo encuentras, con letrero testigo del pasado, en el edificio pintado
de crema del café homónimo. El simpatiquísimo señor que te habló de Crema en la
plaza confesó, con amplia sonrisa, tener muchos problemas con la derecha y con
la izquierda (creo que pun intended). Pero lo de la calle de Crema fue
infalible. Salí del casco de Caguas porque salí.
Y nadie,
en todo un día de direcciones en vivo y sin yipiés, te mandó a buscar un
wólgrin, un wólmar, ni un macdónal. ¡Uau!
Tomas
ese pasadía en Caguas como belleza. Es para ti, para nosotrxs.
2.
Porque
tienes a tus sobrinos de campamento…
…buscas
desesperadamente opciones para el jangueo con niñxs en el oeste, que no sean,
por favor, tipo cajita feliz. Te topas con un anuncio ni de que “Circo en la
plaza.” ¡¿Juat?! ¿Circo? ¿En la plaza? ¿De Mayagüez? ¿En esa plaza de cierres y
candados? Tú tienes que estar tripiando. Pero dices, bueno, démosle el chot. Le
llegas. En un domingo de lluvia. Y allí están unxs muchachxs teatrerxs (se
llaman Vueltabajo), que sin apoyo de
ninguna parte, han hecho alianzas con varios grupos (¡sí, existen!) de cosas
bellas (algunas de Aguada, otras de Añasco, creo que algo de Moca y así…): que
si un grupo que hace malabares con cuicas, que si otro que los hace con
uniciclos, que si una mujer que, vestida de cuentera fantástica con plumas y
flores, pone al grupo de gente a cantar “tua, tua, tué; tu, tué, tu, tué, tamba”
mientras hace un cuento ecologista de búhos y hadas, y otras cosas por el
insólito estilo. Esa gente arrejuntá por amor (porque, ¿por qué más?) arma, todos los últimos domingos de mes, un
circo pobre (en la onda del teatro pobre de Grotowski), que solo precisa de
retazos de tela, narices pintadas, paletas de madera, cantería de ropa
mezclada, escobas viejas e instrumentos musicales hechos con cartón reciclado.
Y, por supuesto, de los chavitos que tú lleves pa echar en el sombrero.
Contra
todo pronóstico de lxs contra-puertorriqueñxs, que dicen que este pueblo es
incurrrto, que no apoya lo nuestro, que no sabe apreciar lo que tiene, que con
un chin de lluvia, catapúm, tóelmundo pa su casa no sin antes provocar
desmesurados tapones en las calles, allí se metió un gentío que llenaba más de
la mitad de la plaza y calles aledañas, y que desafió el estrépito provocado
por los campanazos tanto de catedral como de alcaldía. Les aseguro –es más,
estoy dispuesta a jurar– que toa aquella gente, esa tarde de lluvia, fue feliz.
Y la plaza dejó de ser testimonio del pasado colonial y del presente
apocalíptico para volverse testimonio de otro presente, un presente arte,
imaginación, invención ante la tragedia.
Ese
domingo el sombrero se quedó corto, muy corto. El piso florecía billetes junto
al sombrerito de fieltro.
Al
final del primer número, lxs vueltabajerxs nos dejaron con una pregunta “loca,”
algo así como: “¿es verdad que en el hormiguero soñar es obligatorio?”
Si
el hormiguero es nuestro archipiélago, como crees suponía la pregunta, la
respuesta es sí. Es verdad.
Tomas
el circo en la plaza como belleza. Es para ti, para nosotrxs.
Y
declaras que la belleza, como la poesía, como el sueño, es obligatoria en
tiempos de crisis, mientras se revuelca el hormiguero.