lunes, 5 de marzo de 2012

"CONRAD"

Se venden los cuerpos, las voces
la inmensa opulencia incuestionable,
aquello que no se venderá nunca.
¡Los vendedores no han agotado sus saldos!
¡Los viajantes no tienen por qué entregar
tan pronto su comisión!
Rimbaud, “Saldo”

"CONRAD" 
El autor ha muerto como dios. Sin sombra. El mar fue creado el último día por un ser pequeño con bigote melodramático. No era romántico, no pensó en bodas en la orilla. Pensó en ahogados con chaquetas, en tacos dorados con diamantes ensangrentados y en clítoris hinchados.  Entre académicos un día estaba vestido formalmente, el autor. Había entrado en un portal de esos de la isla donde el idioma cambia y los habitantes toman nombre de latinos. Entre ojos azules y pieles azabaches.  Un lugar de esos donde el mar es privado y el bloqueador solar es el aroma perpetuo. Caminaba por allí, con un traje negro y una flor en la mano. El féretro lo seguía.

      Había llegado en el anonimato a bailar bolero. Había detenido el reloj. En el portal fragante se encontraban doctores expertos, expertísimos, en historias. Entre G se entendían; desde griegos hasta Grotowski hablaban. El se paró en el centro, solo, tranquilo y recordó a Brook.  Una mujer vestida  de pantalón negro y chaqueta crema le trajo una copa de champán. El autor le pregunto en francés su nombre –comment vous appelez-vous ?  Ella se sonrió y le dijo: -Olga, de Moscú.   No deseaba hablar de eso porque su madre había muerto hacía poco allá.  Él supo que había venido para que el mar la curara.  Estaba fascinado con esa mujer y la invitó a bailar.  La tomó por la cintura y la miró sin dulzura. Comenzó la música, Artaud puso “Tú me acostumbraste” mientras se reía y hablaba con Luisa Capetillo en su caballo: “sutil llegaste a mí como una tentación”…

     Bailaron cada vez más pegados, y más y más, pero mucho más. Se abrazaron y se despojaron de sus chaquetas. Pina Bausch se sentó en primera fila.  Ella deslizó las manos de él a sus nalgas y le sonrió. Luego le quitó la flor y se la puso en el cabello. (El féretro descansaba en la alfombra color vino tinto del hotel.)  El autor recordó a Mikhail Bakhtin y se alegró por  el mundo al revés. Agradeció al autor implícito  y a la existencia del otro. Al nivel mimético apofántico. Agradeció a la teoría moderna por matarlo y también a su féretro que le sirvió de cama con la mujer de las tres hermanas. Más aún agradeció porque fue allí donde  el  Caribe, la Nación y la colonización compusieron un bolero triangular: claustro, olvido y muerte…la puerta cerró.

     Un joven, que recordaba la imagen de Tarzán en la ciudad, estaba caminado con  computadora en mano, mientras escribía una nota: “in Puerto Rico youth people know who is Brecht…” cuando de momento se topó con el féretro. Un compañero español llegó y decidieron llevar el féretro al mar.  No lo abrieron. Pensaron que era otro autor.  Lo cargaron con solemnidad. No lo lloraron, pero se vistieron de negro y con sombrero estilo panamá. Buscaron flores y rones y se fueron al mar. Cruzaron el hotel lujoso. Unas mujeres vestidas de trajes de gala le sonrieron.  Las invitaron al rito. Luisa se bajo del caballo y los siguió con el sindicato y el CEDEP.  Al llegar a la orilla cantaron en monótono una melodía espesa y eterna.  Pusieron el féretro en el agua.  (La caja de muerte se sintió barco esclavista, se estremeció.)  El olor de bloqueador se agudizó.  La piscina cercana se vació y se mezcló con el mar. El sol se ocultó y del cielo se escuchó una voz que repetía: “estos son mis hijos amados en quienes tengo complacencia”.  Tarzán gritó. (Complacencia… complacencia ….encia… encia…ciencia, chita se perdió, se quedó en la Perla )

       Dentro del féretro el reloj no caminaba y el bolero se consumía en los cuerpos sin ritmos unidos por los mares biológicos, por las salivas secas y las flores nacientes. (Silencio) En la orilla algunos bailaban al son de los tambores.  Otros fumaban y tomaban notas. Unos tomaban piña colada, otros buscaba el boleto del estacionamiento en los bolsillos de sus camisas hawaianas.  Mientras uno se encadenaba  y definía la nación.  Artaud apagó la música.  El caballo corría por la orilla. “Welcome to Puerto Rico”.

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((Paréntesis) El día antes de los sucesos expuestos había estado el autor caminando por la isla. Se había topado con Chita. Mejor dicho esta se había enamorado del féretro. Entonces bajaron a un lugar mágico. Donde los techos son animales salvajes. Donde se defiende como tigres.  Artistas plasmados en paredes rodeados de humo e inyecciones. Chita brincaba. El autor estaba cansado le apestaba a metáfora . Le apestaba la metonimia. Escribía y quería ser él. No quería que lo ignoraran más, sabía que ya no había nada nuevo, pero era él y se escondía, ese era su don. Deseaba que lo descifraran. Encendió y  subió. Chita bailaba con Lezama en tacones. Encontró una rosa en el piso y la tomó. Se despidió de la mona y Lezama lo acompañó pero luego se fue al paraíso, se le había roto un tacón.  El autor encontró un banco frente a un hotel  y se durmió. Lo otro lo escribió después.)

Limary Ruiz-Aponte, 2009

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